Es el calor de un formidable día de mediados de septiembre, el que nos abrazó en este mes tan especial para tantas novias y novios que celebran su boda prácticamente enlazando sus vacaciones veraniegas.
Boda de Otoño
Es el mes de la transición veraniega al otoño aunque los ocres aún tardarán unas semanas más en comenzar a pintar con sus matices tan característicos nuestros bosques y jardines. Nos alcanza poco a poco ese estadio emocional que reverbera el paso de la desenfadada alegría propia de las piscinas y deportividad, playas y chiringuitos a la morriña del verano mezclada con una cierta nostalgia.
Pues en este mes que cito me trasladé aun de madrugada desde mi natal Madrid a una muy pequeña localidad de Granada, que tiene por nombre Dílar y es bella por naturaleza, en la que inmortalicé con mis imágenes una boda con todo el carácter rural del que está pertrechado el escenario donde se celebró el enlace entre mis queridos y buenos amigos -que lo son ya desde el día que nos conocimos para que fuera yo su fotógrafo de boda- Jose Luis y Lidia.
Los novios eligieron una sencilla finca rural donde congregan a familiares y amigos llegado desde toda la provincia granadina y, como uno mismo, también desde Madrid.
Nada más llegar y tras la presentaciones de los familiares que aún yo no conocía, rápido pero con profesional calma, manos a la obra con las fotografíasdel maquillaje y la peluquera. Acto seguido nos trasladamos a Dílar donde se encuentra la maravillosa ermita de Nuestra Señora de las Nieves en la que contrajeron matrimonio Lidia y Jose Luis, a vista de todo el majestuoso contorno de Sierra Nevada, un auténtico regalazo para los sentidos.
El párroco nos reunió e invitó a disfrutar de un precioso enlace en el que los novios no cabían en su gozo; recuerdo sobre todo la expresión jovial y sonriente contante, ininterrumpida, sus miradas una y otra vez a Jose Luis convirtiéndose en su anhelado marido.
Bueno, qué decir del escenario del banquete que, tras realizar el correspondiente shooting tras la ceremonia de boda en el exterior como obligado paso de recuerdo artístico para novios y familiares, nos acogió en la finca de alojamientos rurales Al Agia-Padul a poco más de veinte kilómetros de la ermita.
Los jardines eran de una espectacular frondosidad en su aderezo de fin de verano y recuerdo con especial nostalgia el pequeño arroyo que atravesaba la pequeña finca de norte a sur, recreando con cierto artificio una sensación más que adorable de vivacidad rústica.
Tan magistral resultaba saborear con la mirada el imponente perfil de la Sierra Nevada como degustar en mi momento de asueto -siempre preparado cámaras en mano- el sabrosísimo menú nupcial preparado por un catering que a todas luces triunfaba con sus propuestas andaluzas.
El entorno de jardines me dio pié para llevar a cabo todas las imágenes que acabaron completando el reportaje de boda final y cuya entrega a los novios, ya marido y mujer, hicimos en Madrid recibiéndoles en nuestro domicilio con un piscolabis del que salieron verdaderamente encantados.
No puedo olvidar la sensacional y cálida acogida y trato por parte de ambas familias y sus invitados en la que fue una boda con todo el sabor rústico posible pero nunca exento del glamour tan propio de una boda tan exquisita.
Cuando partí hacia Madrid al poco de finalizar mi trabajo, tras un par de botellitas de agua reponedora, sentí una mezcla de nostalgia y morriña ante la que había sido una fabulosa jornada nupcial llena de bellísimos momentos, además de fotográficos, familiares y festivos. Siempre agradecido a Lidia y Jose Luis por haberme brindado primero su plena confianza para ser yo el Fotógrafo que dejara impresa en históricas imágenes el día de su muy deseada boda. Feliz, feliz!
